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lunes, 23 de mayo de 2016

EL TRISTE AFÁN DE SER PERFECTOS

¿Se han puesto a pensar en lo terriblemente perfectos que nos vemos a través de la redes sociales?

Solo comemos en restaurantes de moda, tenemos una muda de ropa diferente para cada foto, nuestras relaciones de parejas son perfectas, únicas e irreemplazables, Donald Trump envidiaría la opulencia de nuestras cenas navideñas, nuestro club de súper amigos podría llenar un estadio y las Kardashians nunca han subido en tantos Yates y aviones como nosotros.

Y que decir de la madres del Facebook, esas adoran a sus hijos en fotos mientras los ignoran en la vida real, precisamente por estar actualizando su foto de perfil, si stalkeamos a cualquier contacto al azar, corremos el riesgo de querer secuestrarlo, porque a todas luces bien podría ser el hijo de un Nule, si no conociera de frente a mis compañeras de Universidad, ya las hubiera inscrito para ángeles de Victoria Secret por sus fotos de Instagram y ni que decir de sus citas intelectuales, uno a veces se llega a creer que hasta se leyeron el libro.

¿Qué nos pasó? si antes podíamos ir a comer chichurria sin amonestaciones sociales, si bien eramos maluquitos y sin los reflectores de una estrella de Disney en ascenso, al menos eramos reales, llenábamos sin temor los álbumes familiares de foto feas, borrosas, desenfocadas, no había que escoger entre veinte fotos, la que con el filtro indicado ayudara a obtener el mayor números de likes entre un público que a la final le importamos un ratico, lo mejor era comprar ropa sin tomarle foto a la bolsa del almacén y viajar en transporte La Costeña sin que una azafata nos regañara por tomar fotos con celular durante el vuelo.

Antes la teníamos más fácil, no había afán por ser tristemente exitosos, tristemente perfectos


 

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